Casa con dos Patios en la Sierra Norte de Sevilla
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"Eran horas en que sentía con fuerza, lo juro, que estábamos como retirados de la aldea, de Francia y del mundo. Me complacía -guardaba para mi solo mis sensaciones- imaginar que vivíamos en medio de los bosques en una choza de carboneros bien calentada; hubiera querido oír a los lobos afilando sus uñas en el granito incólume de nuestro umbral. Nuestra casa era mi choza. Me veía en ella al abrigo del frío y del hambre. Si me estremecía un escalofrío era de bienestar. Bien instalado en mi silla me impregnaba del sentimiento de la fuerza que la naturaleza emanaba."

Henri Bachelin, Le Serviteur

Para poder entender la casa hay que tener en cuenta dos cosas fundamentales:

  1. Por un lado la casa es imaginada como un ser horizontal. Se adhiere al suelo. Se funde con el suelo reafirmando las raíces de dónde surge. La importancia del lugar se hace una premisa manifiesta.

    La horizontalidad es asegurada con la implantación de dos patios en los extremos opuestos. Las marcas de dicha polaridad en los patios son tan profundas que abren en cierto modo un eje de ventilación y de fluidez en la densidad que supone una casa encastada en el terreno. La cubierta verde dice en seguida su razón de ser; protege al hombre que teme la lluvia y el sol en una latitud como esta y a la vez lo inserta en el interior del mismo seno de la naturaleza.

  2. La casa es imaginada como un ser concentrado. Nos llama a una conciencia de centralidad. Diferencia claramente los ámbitos como lugares de estancia y de descanso. Esto se observa de forma clara en la ausencia de elementos de paso que distorsionen la idea (No hay elementos pasillo).

La casa en la vida del hombre suplanta contingencias, multiplica sus consejos de continuidad. Sin ellas el hombre sería un ser disperso. Lo sostiene a través de las tormentas del cielo y de las tormentas de la vida. Es cuerpo y alma. Es el primer mundo del ser humano.

En la casa es fácil observar múltiples centros de simplicidad. Como dice Baudelaire: en un palacio “ya no hay rincones de intimidad”. La sencillez del interior de la casa la hace toda ella un único rincón para la intimidad más poética e intimista.  Pero la simplicidad, a veces encomiada demasiado racionalmente, no es una fuente de onirismo de gran potencia. Hay que llegar a la primitividad del refugio. Esta casa, en su sencillez busca el adentramiento poético del que busca y en el lugar encuentra. La casa es una ayuda a descubrir en nosotros el goce de contemplar, de vivir ante un objeto tan contundente como la naturaleza misma.

 

© Felipe Palomino 2006aviso legal       contactoDiseño: El Sendero